En junio, la agrupación cumplió 75 años, con 116 mil grupos en el mundo y dos millones de personas que luchan por superar su alcoholismo. Sin fármacos ni terapias, su método se basa en reuniones grupales entre adictos, quienes alcanzan la sanación gracias a los cambios que produce en su cerebro el compartir su historia y escuchar la de otros.
En 1934, Bill Wilson, un corredor de la Bolsa arruinado por el alcohol, estaba internado en un Hospital de Manhattan debido a una crisis. Había comenzado a beber en exceso a los 22 años y ya llevaba 17 en esa situación. Se encontraba postrado en una cama y bajo los efectos de la belladonna, una infusión alucinógena usada en esos años para tratar a las personas que sufrían dependencia del alcohol.
Aunque era agnóstico, afirmó haber vivido una experiencia religiosa: agobiado por la situación que vivía, le pidió a Dios -si es que existía- que se hiciera presente frente a su lecho. De pronto un fuerte rayo de luz iluminó su habitación y sintió la presencia de Dios, según consigna un artículo de New York Times.
75 AÑOS DESPUES
Esta historia, contada en el libro Trasmítelo: la Historia de Bill Wilson y cómo llegó al mundo el mensaje de Alcohólicos Anómicos, fue el germen de esta organización sin fines de lucro, que creó Wilson en 1935, luego de descubrir en una conversación con el médico Bob Smith, también alcohólico, que sólo un adicto puede entender a otro adicto.
Aunque en sus últimos días Wilson experimentó con el ácido lisérgico y falleció, debido a un efisema pulmonar provocado por su tabaquismo, su terapia de 12 pasos con fuerte contenido religioso y que en junio cumplió 75 años de vida, ha encontrado en la ciencia una explicación, según un análisis que publica la revista Wired: el poder curativo de las terapias grupales entre pares, tanto por los efectos sicológicos como cerebrales que provocan entre quienes las realizan.
EL PODER DEL APOYO ENTRE PARES
"El resto de la gente te ve como si estuviera por encima de ti y te trata de ayudar de esa manera. Eso no te agrada para nada, pero como tus pares tienen el mismo problema es más fácil ir asumiéndolo", dice Juan (50). El comenzó a beber a los 18 años y luego de ingresar a uno de estos grupos lleva más de 10 años sobrio.
Estudios científicos confirman los beneficios de estas terapias. Uno de ellos, realizado por el Hospital Universitario de Zaragoza, en España, reveló que a un año de tratamiento, un 64% de los pacientes con alcoholismo que participaron en terapia grupal logró mantener su abstinencia, algo que sólo alcanzó el 50% de quienes recibieron atención individualizada.
En tanto, otro estudio publicado en la revista Behavior Therapy, en marzo de 2009, mostró los efectos sanadores de estas terapias, pero en personas con estrés postraumático: el 31% de quienes participaron en tratamientos individuales logró recuperarse, contra un 88% que siguió la terapia grupal.
"Ponerles palabras a las emociones permite manejar mejor la situación, al identificar el origen de la adicción al alcohol y trabajar para controlar esa causa", explica Alfredo Pemjean, siquiatra de la U. Diego Portales y miembro del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud.
FUNCIONES CEREBRALES
Diversos estudios explican que el alcohol aumenta la liberación de dopamina en el cerebro, sustancia responsable de la sensación de placer que las personas experimentan cuando toman un trago. El consumo excesivo de alcohol produce un desorden en la producción de dopamina, lo que disminuye la actividad de la corteza prefrontal, zona del cerebro encargada de alertar al organismo cuando se realizan conductas riesgosas. "De tanto beber, esas señales precautorias que nos dicen que beber en exceso hace mal tienden a agotarse", explica Carlos Romero, especialista en medicina intensiva del Hospital Clínico de la U. de Chile.
Cuando estas personas participan en terapias grupales, donde cuentan su experiencia y escuchan la de otros adictos, pueden suplir esta deficiencia generada por el alcoholismo. "El cambio que se produce es que el cerebro adopta un patrón de comportamiento más saludable por acción de la terapia de grupo y reemplaza la función de la corteza prefrontal que se encuentra alterada", complementa Romero.
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